sábado, 10 de julio de 2010

Benjamín Forcano habla sobre el cristianismo del tercer milenio

La cábala
CRISTIANO MULTICULTURAL

BENJAMIN Forcano
Si no quiere repetir los errores del pasado, la Iglesia debe combatir la lógica monopolista del mercado y de la ideología neoliberal-demócrata

Después de muchos siglos de un cristianismo monocultural, nos encontramos hoy con una fase nueva en que el cristianismo se mueve dentro de un horizonte culturalmente policéntrico. Un cambio de este género no se hace sin examinar y reconducir el transcurrir de la historia a fin de contrastar su desarrollo cristiano con la entraña del Evangelio.

El universalismo del cristianismo ha tomado forma preponderante en la cultura occidental. Esta inculturación ha interiorizado los valores genuinos del Evangelio o los ha traicionado? El cristianismo no podía eludir la prueba de la encarnación o inculturación. Pero ha sido fiel a los postulados esenciales de su identidad? No todo lo que ha transcurrido en el universo cristiano --y me refiero sobre todo al universo occidental-- puede ser admitido como válido.

La cultura europea ha pretendido erigirse como la única y acabada forma de cultura cristiana. Pero, desde siempre, voces lúcidas y proféticas, cuando no martiriales, denunciaron como injusta esa adecuación. En ella hubo, ciertamente, elementos válidos e irrenunciables del cristianismo, pero hubo también elementos espúreos y desechables.

Un caso paradigmático de esta injusta inadecuación lo constituye la conquista de América Latina. Un falso entendimiento del universalismo cristiano llevó a imponer la fe con la fuerza. El anuncio de la identidad cristiana no debió hacerse legitimando religiosamente la destrucción de la identidad cultural de otros pueblos. Pero es también cierto que el cristianismo, bajo su ropaje europeo-occidental, ha albergado principios que provienen de la esencia del Evangelio y que están a la base de la moderna doctrina de los derechos humanos.

El momento actual de la globalización económica y cultural pretende reproducir la imagen de un mundo bipolar: Norte/Sur, ricos/pobres, dominantes/dominados. La antigua fórmula "fuera de la Iglesia no hay salvación" adquiriría hoy una nueva versión en el "fuera del capitalismo no hay salvación". Esta homogeneización económico-cultural pone en entredicho la tendencia hacia un mundo culturalmente policéntrico.

En este contexto, la Iglesia, si no quiere repetir sus errores del pasado, debe combatir la lógica monopolista del mercado y de la ideología neoliberal-demócrata y hacer suya la alternativa sociocultural representada por los pueblos oprimidos. La actual civilización occidental cristiana está marcada de una desigualdad estructural que produce injusticia y fabrica marginación masiva.

El cristianismo, con su carácter monoteísta, ha afirmado fuertemente su universalidad y ha tenido, seguramente, razones para hacerlo, presentándose como la única religión verdadera. Pero, en la práctica, esa universalidad ha sido utilizada con menosprecio de otras religiones, dando lugar a un fundamentalismo excluyente. La fe nunca puede imponerse con la fuerza.

El Dios adorado en todas las religiones es el mismo, pero a los humanos les atañe la búsqueda relativa y, por ende, la diversidad, por lo que ninguna religión puede erigirse como portadora absoluta de la verdad. La pluralidad de religiones puede sonar a teólogos de religiones monoteístas a escándalo. Puede sostenerse teológicamente que una religión, la cristiana por ejemplo, es la única verdadera, afirmando que todos los hombres están orientados y capacitados para recibir la salvación a través de Cristo, aún cuando ellos no lo sepan, dando lugar a lo que se ha llamado "cristianos anónimos".

Si partimos del hecho experimental de las religiones concretas, hemos de afirmar que todas pretenden ofrecer la salvación, aunque no todas por igual. Son obvias las diferencias entre una y otras, y no todas ofrecen un mismo grado de veracidad, pero esto debe analizarse comparativamente mediante un estudio propio de la fenomenología de las religiones.

Lo universal de las religiones es su dios, pero no sus realizaciones históricas. Todas las religiones se orientan hacia el Indecible, el único que subsistirá al final de la historia.

Por eso, sin que las religiones renuncien a su identidad, deben sobre todo aprender a examinarse críticamente, admitir coincidencias con las otras e impulsar diálogo y colaboración con las grandes causas de la humanidad.

Teólogo.

En El Periódico del 7 de enero del 2000

No hay comentarios:

Publicar un comentario